La enfermedad como cualquier otra experiencia viene a
desnudar nuestra vulnerabilidad. Nos pone en evidencia ante nosotros mismos y
ante los demás. En los momentos en que hemos estados más vulnerables hemos
debido ser humildes y receptivos. Hemos tenido que reconocer que no nos la
sabemos todas y que no estamos en este planeta para demostrar que poseemos un
blindaje mas efectivo que el del Hombre de Acero.
Cuando tenemos una enfermedad nuestro cuerpo nos habla.
Nuestro cuerpo nos revela algo que no quisimos ver y que hemos tratado de
ignorar una y otra vez. Nuestro cuerpo es un maravilloso aliado. El cuerpo
trabaja segundo a segundo, hora tras hora y día tras día, sin que seamos
conscientes de todos los procesos internos
y de todas las luchas que hace contra gérmenes, bacterias, mala
alimentación, vicios y adicciones.
Recuerdo cuando falleció el famoso orador y escritor hindú
en materia filosófica y espiritual Jiddu Krishnamurti (la foto que está al principio de este artículo). Muchos trataron de
invalidar su enseñanza argumentando que, si era tan espiritual, cómo era
posible que hubiese muerto de cáncer de páncreas.
Los libros y enseñanzas de Krishmamurti son invalorables y
dieron paz, luz y orientación a mucha gente que se encontraba perdida en la
búsqueda de su esencia humana y espiritual. Si tienen la oportunidad de leerlos
y vivirlos no la pierdan. Sus enseñanzas son un maravilloso tesoro.
Yo me pregunto si el hecho de estar en la senda espiritual
significa que tu evolución acaba y los retos y lecciones de crecimientos se
terminan.
Es decir, una vez que eres “muy espiritual” la vida te
deja de lado, no necesitas crecer más y debes permanecer totalmente
invulnerable sin penas, alegrías ni tristezas. Es decir, en negación de tu
alma.
Me parece que es todo lo contrario. Considero que así como
a un niño que está en la escuela elemental se le dan tareas sencillas para su
capacidad y fortaleza emocional y a que a un muchacho en la Universidad se le
dan problemas de algebra complejos. En forma análogas ciertas personas permiten
(porque lo permitimos) en sus vidas ciertos eventos que su Espíritu necesita
sean manifestados para alcanzar un mayor nivel de evolución. Con esto no digo
que el que tiene cáncer es más evolucionado que el que no lo es. Digo que, cada
alma elige vivir una experiencia más o menos dolorosa que garantiza su
evolución personal y espiritual a un siguiente nivel. Todos tenemos algo que
aprender de lo que nos sucede. Es nuestra elección si vamos al fondo de las
cosas y vemos el tesoro escondido detrás de cada experiencia.
¿Qué pasaría por ejemplo si un gurú espiritual
Decide separarse de su pareja, se divorcia o se enoja con
un amigo, o llora la muerte de un amigo o tiene un accidente?
¿Debería ser tan “perfecto” para soportar una relación que
no funciona; aceptar el irrespeto de una amistad; permanecer impasible ante la
muerte de un amigo y nunca tener un accidente?
Quienes que son cristianos o católicos recordaran los pasajes
bíblicos donde Jesús iracundo saca a latigazos a los mercaderes del templo. Recordaran
también cómo se menciona cuando Jesús lloró ante la muerte de Lázaro. ¿Era
Jesús menos espiritual o era menos valioso por eso?
El alma siente, ama, y se expresa en su derecho a ser como
somos y lo que somos y no la imagen que nosotros u otros han hecho de nosotros
mismos.
Cuando nos negamos nos volvemos “desalmados”. ¿Han
escuchado ese adjetivo? Significa que perdemos el alma.
Si llegas a enfermarte, tratate con gentileza. Agradece que se
haya abierto un camino de sanación para ti. No te juzgues y no ataques a tu
cuerpo con reclamos. Amate, escúchate, descansa perdona, medita y desintoxícate
y si puedes comparte con la naturaleza. Hay una lección que espera ser
aprendida por ti. La vida no te ha dejado de lado. La vida se preocupa porque
sigas creciendo, aprendiendo y evolucionando para así llegar a estar cada vez más
cerca de ti mismo.
Ser lo que somos, es ni mas ni menos el verdadero sentido
de la espiritualidad. La enfermedad es uno de esos caminos para lograrlo.
Que la
luz siempre te acompañe,
Se les
quiere, Liliana.
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